FASCISMO Y REPRESIÓN.

 

La historia no es un mero capricho para perder el tiempo, entretenerse o evadirse de un tedioso hoy, sino uno de los más certeros instrumentos de observación de la condición humana a lo largo del tiempo, pues nuestra especie se define en gran parte por todo lo realizado en los siglos pasados. Es normal, bastante, que cuando algo sucede, cuando la actualidad es asaltada por una noticia, busquemos en el ayer la respuesta a sus causas, sus consecuencias e incluso su solución.

Del 27 al 29 de octubre de 1922, hace ya cien años, los seguidores de Benito Mussolini marcharon sobre Roma. Entonces algunos temieron que Italia se vería desgarrada por una guerra civil, pero al final todo condujo al acceso de los fascistas al poder. Permanecerían al frente de Italia hasta 1943, cuando la invasión aliada desencadenaría la deposición de Mussolini y una enconada lucha por el dominio de Italia. El auge y triunfos de la extrema derecha en muchos países de Europa, incluida la misma Italia, llevan a la pregunta sobre la naturaleza del fascismo.

Generalmente, los historiadores del fascismo italiano han puesto el acento en el activismo del movimiento o en su extremado nacionalismo, que impugnaba los modelos de representación de la soberanía nacional del liberalismo parlamentario. Más recientemente, se ha hecho hincapié en los silencios que forzó entre las personas día tras día. Bien puede sostenerse que ha llegado el tiempo de silencio al estudio de la Italia fascista.

Los silencios, públicos y privados, alimentaron el consenso del fascismo en los años treinta, marcados por la Gran Depresión y las aventuras militares en el exterior bajo el sueño de un nuevo Imperio romano de cartón piedra. Sin embargo, tal consenso hundía sus raíces en una durísima represión iniciada en la década de los veinte, en la que descollaron tipos como Piero Brandimarte en Turín, que capitaneó la matanza de once antifascistas en diciembre de 1922. Lamentablemente, la violencia de los camisas negras venía de antes, cuando la policía, los prefectos y otras autoridades se cruzaron de brazos ante sus brutalidades. Su terrible resultado fue la consolidación del fascismo.

A este respecto, es claro el paralelismo con el franquismo, cuyos consensos también dimanaron de la represión ejercida desde la Guerra Civil. Otro paralelismo, no menor, ha sido el intento de lavarle la cara al régimen de Mussolini como modernizador de Italia, al igual que el franquismo convirtió a España en una nación moderna, según algunos. Más allá de las palabras y de los matices doctrinales, las acciones nos dicen mucho de la verdad que los regímenes dictatoriales tratan de ocultar.

Para saber más.

John FOOT, Blood and Power: The Rise and Fall of Italian Fascism, Bloomsbury, 2022.

 

 

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